(AGO. Nubes de noviembre. 2011) |
Quién sabe si el pecado se hará
más comerciable,
si será necesario
respirar de otra forma,
por ejemplo,
imitando la longitud del río.
Si habrá que descalzarse
para entrar en los bosques
y pisar como pisan los muertos
más antiguos
después de levantarse.
Quién sabe si los muertos
están despiertos siempre
leyéndose las manos
y las estrellas son
su pulso que nos mira.
Si otro tacto
más dócil
sentirá los objetos
que ahora me pertenecen
y quitará la nieve
del alero
con estos mismos brazos
alguna madrugada.